Catamarca es
una voz quichua que significa fortaleza en la falda, aludiendo al emplazamiento
geográfico de la ciudad. Cata: es falda o ladera. Marca: es fortaleza o
castillo de la frontera.
El Imperio
Inca irrumpe en nuestro territorio en el siglo XV, no sabemos con exactitud la
fecha.
El Estado
Incaico ocupó el territorio del Oeste catamarqueño y riojano, estableciendo en
Catamarca el fabuloso Pucará de Aconquija, una de las fortalezas más grandes de
la frontera Sur del Imperio.
Para formar
el Collasuyu, el imperio debió crear una serie de entidades administrativas que
actualmente se conocen como provincias. Por ejemplo, para nuestro noroeste, la
provincia de Chicoana cubría un área que iba desde Bolivia hasta el sur del
asentamiento inca de Chicoana (La Paya), que fue la cabecera o capital incaica
de esta provincia.
Comprendía
el piso de puna y la parte septentrional del valle Calchaquí. Hacia el sur se
ubicaba la provincia de Quire-Quire, que se extendía por el resto del valle
Calchaquí, todo el valle de Santa María y los valles de Andalgalá, Hualfín y
Abaucán (Catamarca).
El área
valletano -serrana central comprende un conjunto de valles y quebradas situadas
entre los 1500 y 3000 metros sobre el nivel del mar, que se desarrollan en las
provincias de Catamarca, La Rioja, norte de San Juan, oeste de Tucumán y el
oeste de Salta.
Los
diaguitas que habitaban Catamarca hablaban el kakä, kakán o kacano, idioma muy
difícil de pronunciar por su fonética gutural en extremo, esta lengua ha sido
completamente extinguida.
Según el
Padre Antonio Larrouy -a fines del siglo XVII- los indios se comunicaban a
través de la lengua quichua, que era la propia lengua de los indígenas del
Perú, la cual fue importada por los conquistadores españoles y en especial por
los misioneros.
La mayor
parte de los antiguos cronistas españoles y también de los actuales arqueólogos
considera que la razón principal para la conquista del Collasuyu fue la
existencia de oro, plata, cobre, plomo, piedras semi-preciosas e incluso sal,
razones que empujaron tanto a los Incas como a los españoles en su afán de
dominio de la región.
Colonización
Los españoles
arribaron al territorio actualmente catamarqueño hacia 1536 con la expedición
de Diego de Almagro (El Viejo) quien tras recorrer los Valles Calchaquíes se
dirigió rumbo a Chile a través del Paso de San Francisco.
La primera
fundación española en territorio catamarqueño fue la de San Pedro Mártir
realizada en 1554 por Francisco de Aguirre en el valle de Conando, pero no
perduró.
La gobernación
de Chile se extendía cien leguas hacia el este de la cordillera de Los Andes,
abarcando una extensa parte de la actual provincia de Catamarca. En esa zona,
por mandato del gobernador de Chile García de Mendoza en el 1558, el capitán
Juan Pérez de Zurita fundó Londres de la Nueva Inglaterra, en el valle de
Quimivil (departamento Belén), nombre puesto en honor a la esposa inglesa del
rey Felipe II, María Tudor.
El poblado fue
trasladado en 1561 al valle de Conando (departamento Andalgalá), con el nombre
de ciudad Villagra, pero debió ser abandonada al año siguiente por una rebelión
de los diaguitas.
En 1563 se creó
la gobernación del Tucumán dependiente de la Real Audiencia de Charcas en
materia judicial y del virreinato del Perú en asuntos de gobierno, incorporando
el actual territorio catamarqueño.
Una nueva
fundación fue realizada en 1607, a orillas del río Belén por el teniente de
gobernador de La Rioja Gaspar Doncel, por orden del gobernador del Tucumán
Alonso de Ribera con el nombre de San Juan Bautista de la Ribera en el sitio de
la actual ciudad de Belén.
En 1612,
nuevamente fue trasladada la ciudad cerca de su actual emplazamiento a orillas
del río Quimivil, por disposición del gobernador Luis de Quiñones Osorio,
llamándola San Juan Bautista de la Paz.
Después del gran
alzamiento calchaquí de 1630, la ciudad debió ser refundada por el general
Jerónimo Luis de Cabrera en 1633, en el paraje de Pomán, por mandato del
gobernador Felipe de Albornoz, denominándola San Juan Bautista de la Rivera.
El gobernador
Fernando Mendoza Mate de Luna trasladó la ciudad al valle de Catamarca, por
mandato real, el 5 de julio de 1683 dándole el nombre de San Fernando del Valle
de Catamarca.
Al subdividirse
administrativamente el virreinato del Río de la Plata, conforme a la Real
Ordenanza de Intendentes del 28 de enero de 1782, Catamarca quedó ubicada
dentro de la Gobernación Intendencia de San Miguel de Tucumán. La Real Cédula
del 5 de agosto de 1783, suprimió la Gobernación Intendencia del Tucumán, con
lo cual Catamarca junto con Tucumán, Santiago del Estero, Jujuy, Salta y Puna,
pasó a integrar la nueva Gobernación Intendencia de Salta del Tucumán, con sede
gubernativa en Salta (a partir de 1792).
Acaecida la
Revolución de Mayo del 25 de Mayo de 1810 Catamarca adhirió inmediatamente a
ella, eligiendo su Cabildo como representante para la Junta Grande a su
Comandante de Armas don Francisco de Acuña. Rechazado el diploma de Acuña por
las autoridades revolucionarias dada su condición de español, fue elegido el
criollo José Antonio Olmos de Aguilera que se incorporó a la Junta.
Hasta 1821, los
territorios de Tucumán y Catamarca permanecieron unidos. Hasta que el 25 de
agosto de dicho año, Nicolás Avellaneda y Tula, quien presidía los destinos de
Catamarca a nombre de la República de Tucumán, convocó en la Casa Municipal a
lo más selecto de la sociedad catamarqueña.
Fue entonces cuando declaró, solemnemente, que Catamarca y su territorio eran
tan libres como todos los demás pueblos constituidos en provincias. Así se
disolvió la dependencia con la República de Tucumán, y se eligió como primer
gobernador a Nicolás Avellaneda y Tula.
Catamarca aportó
a la gesta de la Independencia, con hombres, pertrechos y víveres, y a su
organización Nacional con las palabras del "Orador de la
Constitución" Fray Mamerto Esquiú en su célebre sermón, "Laetamur de
gloria vestra" (nos alegramos de vuestra alegría), palabras moderadoras y
sensatas que convocaban a los espíritus a la paz y el orden.
La noticia de la
Revolución de Mayo llegó a Catamarca un mes más tarde. Abocándose a las
instrucciones recibidas, a través de las circulares de la Primera Junta, el
Cabildo tomó las medidas conducentes a la elección de un diputado catamarqueño.
Hubo un intento de continuidad del viejo régimen gestado por el subintendente
Francisco de Acuña, quien se hizo elegir para aquella función en el Cabildo
Abierto reunido al efecto. Pero su persona no reunía las cualidades requeridas.
Fue preciso
convocar un nuevo Cabildo Abierto, que consagró el nombre de José Antonio de
Aguilera, nativo del lugar. El Cabildo, al comunicar a la Junta la designación
del nombrado, destaca su idoneidad, ilustración y méritos adquiridos en
servicio a la patria.
Un contingente
de catamarqueños a las órdenes de Bernardino Ahumada y Barros participó en la
batalla de Tucumán, recogiendo también los laureles del triunfo decisivo para
la causa de Mayo. Belgrano le había dicho al mencionado jefe: "Si los
hijos de Catamarca quieren cubrirse de gloria y dar laureles a su provincia que
vengan a unirse a los jujeños, salteños, tucumanos y santiagueños".
Gloria legítima
de un pueblo, es asociarse a las grandes definiciones. Cuando el Director Supremo convocó a las
provincias para reunirse en Tucumán en un Congreso General Constituyente,
Catamarca dio mandato al Presbítero Doctor Manuel Antonio de Azevedo y a Don
José Antonio Olmos de Aguilera, quien por impedimento de salud, traspasó su
poder al Presbítero José Eusebio Colombres.
Después de Caseros, un grupo de gobernantes patriotas le dieron a Catamarca
estabilidad y progreso.
Pedro Segura,
que hace jurar la Constitución sancionada en Santa Fe; Sinforeano Lascano, que
promulga la primera Constitución de la Provincia; el General Octaviano Navarro,
en cuyo gobierno se introduce la imprenta en Catamarca y Samuel Molina, que
inaugura la actual Casa de Gobierno en 1859.
Una etapa de
progreso institucional y cultural, como de paz y concordia, se quebró después
de la batalla de Pavón. Entre 1862 y 1868 se extiende un período sumamente
turbulento (llamado "la noche de los siete años") en el que sin
interrupción, se suceden las asonadas, la destitución y reposición de gobernadores,
las intervenciones, las luchas armadas, y otras vicisitudes cívicas que
mantienen a Catamarca en permanente zozobra.
Aún sobreviven
viviendas con techos rojos de construcción coloniales, con amplios portales y
patios de sol, que rememoran la etapa fundacional.
Es una ciudad turística tradicionalista de importante comercio y activa vida
cultural.
Las actividades
productivas principales son la agricultura intensiva y la minería. Para la
agricultura se han aprovechado los espacios intermontanos, tales como los bolsones
y valles.