miércoles, 20 de junio de 2012

Londres sin el Big Ben

Entrando en Catamarca por la Ruta 40 se accede a un bello poblado rodeado de montañas llamado Londres. A pesar de ser el segundo pueblo más antiguo de Argentina después de Santiago de Estero, se mantiene en excelente estado. La persona que me acerca hasta el Londres después de estar haciendo dedo un par de horas en Andolucas, me advierte que tenga cuidado, hace un mes en Londres tuvo lugar el asesinato de un mochilero oriundo del sur argentino a manos de unos lugareños.



En Londres se encuentran las Ruinas de Shincal, lugar que visité afortunadamente en luna llena, justo para apreciarlas en todo su esplendor y disfrutar de su mística.
Hospedado en La Salamanca, hostería donde conocí a Mariano y Teté, que tan bien me atendieron y me hicieron sentir como en mi casa ( Ah! cierto! ya no tengo casa...), pasé unos días de relax en donde pude recorrer el pueblo con tranquilidad y de regalo de despedida fui a una peña folklórica inundada por empanadas y vino.

Un tesoro inca entre los cerros

Cerca de la localidad Londres las ruinas del Shincale, son un magnífico testimonio de la cultura precolombina.

En este Londres no hay niebla ni llovizna persistente, sino un sol que calienta la tierra hasta cuartearla, y cerros de vegetación achaparrada y cactos. Es que el Londres en cuestión no está en Inglaterra sino en la provincia de Catamarca, más exactamente de Belén.

Esta Londres catamarqueña no sólo se conoce por ser la segunda ciudad más antigua del país fundada  en 1558- , por su particular doble núcleo urbano-“el de arriba” y “el de abajo”, cada uno con su plaza-, por la bella Iglesia de Inmaculada Concepción y por la Fiesta  sólo seis Provincial de la Nuez, que se hace cada febrero, sino también porque muy cerca, a sólo seis Km, se encuentran las ruinas del Shincal de Quilmes, los restos de una ciudad precolombina que siglos atrás, supo ser una capital del Tawantinsuyo, el gran imperio incaico que se extendió desde el sur de Colombia hasta Mendoza, siguiendo la Cordillera de los Andes.


LOS PAGOS DE JUAN CHELEMIN

Las ruinas del Shincal fueron estudiadas en detalle, especialmente por él a tipo de Dr. Rodolfo Raffino, del Museo  de Ciencias Naturales de La Plata. Y ese estudio sirvió, entre otras cosas, para comprender mejor el uso que se le daba a tipo de edificio en las ciudades incaicacas, que desde Cusco o Machu Picchu hasta el más pequeño asentamiento, eran construidas de manera similar.
Los restos de Shinccal se extienden en 21  hectáreas y, en sus buenos tiempos, se cree que la ciudad llegó a albergar a entre 600 y 800 pobladores, que vivían su día a día entre un centenar de edificaciones, desde depósitos-kollkas y tampus-, viviendas de pircas del tipo Kallanka y pabellones rectangulares que parecen haber servido como habitaciones comunales y fábricas.
Hoy poco queda de la original plaza de armas (o plaza central), pero sí se sabe que tenía su ushnu (edificio de piedra fundamental en la arquitectura inca, que sirvió como administrativo, tribunal de justicia, oráculo y centro ceremonial, entre otras funciones). En esa plaza fue descuartizado el cacique Juan Chelemin luego de ser derrotado en uno de los alzamientos calchaquíes.


UN OASIS PARA VIAJEROS
El Shincal no era una ciudad grande, más bien un centro administrativo en el que convergían varios caminos, y que actuaban como nudo vial, un oasis para los viajeros en el extenso Camino del Inca. Porque, como cada pueblo del imperio, se conectaba con otros centros urbanos a través de esos caminos emparedados construidos por los incas, por los que se podía llegar a La Quiaca, a Chile a Machu Picchu, e incluso a Colombia. Se calcula que esta red llegó a tener nada menos que 25.000 Kilómetros de caminos, entre 25.000 y 2.900 de los cuales están en la Argentina
Y justamente un de los más interesantes hallazgos de Shincal es un importante tramo de camino inca de muy buena calidad arquictónica. Un  cívicas y religiosas los galpones para los soldados, las colinas amuralladas, las escalinatas de piedra, las atalayas los corrales. 
La ciudad cayó en desgracia a partir de 1536, a sólo 66 años del ingreso de los incas a la Argentina y al poco de la llegada a la zona de Diego Almagro y sus soldados. Hoy, las ruinase y el centro de interpretación reconstruyen buena  parte de aquella fascinante historia

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