domingo, 24 de junio de 2012

HISTORIA DE CATAMARCA

Catamarca es una voz quichua que significa fortaleza en la falda, aludiendo al emplazamiento geográfico de la ciudad. Cata: es falda o ladera. Marca: es fortaleza o castillo de la frontera.  
El Imperio Inca irrumpe en nuestro territorio en el siglo XV, no sabemos con exactitud la fecha.
El Estado Incaico ocupó el territorio del Oeste catamarqueño y riojano, estableciendo en Catamarca el fabuloso Pucará de Aconquija, una de las fortalezas más grandes de la frontera Sur del Imperio.
Para formar el Collasuyu, el imperio debió crear una serie de entidades administrativas que actualmente se conocen como provincias. Por ejemplo, para nuestro noroeste, la provincia de Chicoana cubría un área que iba desde Bolivia hasta el sur del asentamiento inca de Chicoana (La Paya), que fue la cabecera o capital incaica de esta provincia.
Comprendía el piso de puna y la parte septentrional del valle Calchaquí. Hacia el sur se ubicaba la provincia de Quire-Quire, que se extendía por el resto del valle Calchaquí, todo el valle de Santa María y los valles de Andalgalá, Hualfín y Abaucán (Catamarca).
El área valletano -serrana central comprende un conjunto de valles y quebradas situadas entre los 1500 y 3000 metros sobre el nivel del mar, que se desarrollan en las provincias de Catamarca, La Rioja, norte de San Juan, oeste de Tucumán y el oeste de Salta.
Los diaguitas que habitaban Catamarca hablaban el kakä, kakán o kacano, idioma muy difícil de pronunciar por su fonética gutural en extremo, esta lengua ha sido completamente extinguida.
Según el Padre Antonio Larrouy -a fines del siglo XVII- los indios se comunicaban a través de la lengua quichua, que era la propia lengua de los indígenas del Perú, la cual fue importada por los conquistadores españoles y en especial por los misioneros.
La mayor parte de los antiguos cronistas españoles y también de los actuales arqueólogos considera que la razón principal para la conquista del Collasuyu fue la existencia de oro, plata, cobre, plomo, piedras semi-preciosas e incluso sal, razones que empujaron tanto a los Incas como a los españoles en su afán de dominio de la región. 
Colonización
Los españoles arribaron al territorio actualmente catamarqueño hacia 1536 con la expedición de Diego de Almagro (El Viejo) quien tras recorrer los Valles Calchaquíes se dirigió rumbo a Chile a través del Paso de San Francisco.
La primera fundación española en territorio catamarqueño fue la de San Pedro Mártir realizada en 1554 por Francisco de Aguirre en el valle de Conando, pero no perduró.
La gobernación de Chile se extendía cien leguas hacia el este de la cordillera de Los Andes, abarcando una extensa parte de la actual provincia de Catamarca. En esa zona, por mandato del gobernador de Chile García de Mendoza en el 1558, el capitán Juan Pérez de Zurita fundó Londres de la Nueva Inglaterra, en el valle de Quimivil (departamento Belén), nombre puesto en honor a la esposa inglesa del rey Felipe II, María Tudor.
El poblado fue trasladado en 1561 al valle de Conando (departamento Andalgalá), con el nombre de ciudad Villagra, pero debió ser abandonada al año siguiente por una rebelión de los diaguitas.
En 1563 se creó la gobernación del Tucumán dependiente de la Real Audiencia de Charcas en materia judicial y del virreinato del Perú en asuntos de gobierno, incorporando el actual territorio catamarqueño.
Una nueva fundación fue realizada en 1607, a orillas del río Belén por el teniente de gobernador de La Rioja Gaspar Doncel, por orden del gobernador del Tucumán Alonso de Ribera con el nombre de San Juan Bautista de la Ribera en el sitio de la actual ciudad de Belén.
En 1612, nuevamente fue trasladada la ciudad cerca de su actual emplazamiento a orillas del río Quimivil, por disposición del gobernador Luis de Quiñones Osorio, llamándola San Juan Bautista de la Paz.
Después del gran alzamiento calchaquí de 1630, la ciudad debió ser refundada por el general Jerónimo Luis de Cabrera en 1633, en el paraje de Pomán, por mandato del gobernador Felipe de Albornoz, denominándola San Juan Bautista de la Rivera.
El gobernador Fernando Mendoza Mate de Luna trasladó la ciudad al valle de Catamarca, por mandato real, el 5 de julio de 1683 dándole el nombre de San Fernando del Valle de Catamarca.
Al subdividirse administrativamente el virreinato del Río de la Plata, conforme a la Real Ordenanza de Intendentes del 28 de enero de 1782, Catamarca quedó ubicada dentro de la Gobernación Intendencia de San Miguel de Tucumán. La Real Cédula del 5 de agosto de 1783, suprimió la Gobernación Intendencia del Tucumán, con lo cual Catamarca junto con Tucumán, Santiago del Estero, Jujuy, Salta y Puna, pasó a integrar la nueva Gobernación Intendencia de Salta del Tucumán, con sede gubernativa en Salta (a partir de 1792).
Acaecida la Revolución de Mayo del 25 de Mayo de 1810 Catamarca adhirió inmediatamente a ella, eligiendo su Cabildo como representante para la Junta Grande a su Comandante de Armas don Francisco de Acuña. Rechazado el diploma de Acuña por las autoridades revolucionarias dada su condición de español, fue elegido el criollo José Antonio Olmos de Aguilera que se incorporó a la Junta.
Hasta 1821, los territorios de Tucumán y Catamarca permanecieron unidos. Hasta que el 25 de agosto de dicho año, Nicolás Avellaneda y Tula, quien presidía los destinos de Catamarca a nombre de la República de Tucumán, convocó en la Casa Municipal a lo más selecto de la sociedad catamarqueña. Fue entonces cuando declaró, solemnemente, que Catamarca y su territorio eran tan libres como todos los demás pueblos constituidos en provincias. Así se disolvió la dependencia con la República de Tucumán, y se eligió como primer gobernador a Nicolás Avellaneda y Tula.
Catamarca aportó a la gesta de la Independencia, con hombres, pertrechos y víveres, y a su organización Nacional con las palabras del "Orador de la Constitución" Fray Mamerto Esquiú en su célebre sermón, "Laetamur de gloria vestra" (nos alegramos de vuestra alegría), palabras moderadoras y sensatas que convocaban a los espíritus a la paz y el orden.
La noticia de la Revolución de Mayo llegó a Catamarca un mes más tarde. Abocándose a las instrucciones recibidas, a través de las circulares de la Primera Junta, el Cabildo tomó las medidas conducentes a la elección de un diputado catamarqueño. Hubo un intento de continuidad del viejo régimen gestado por el subintendente Francisco de Acuña, quien se hizo elegir para aquella función en el Cabildo Abierto reunido al efecto. Pero su persona no reunía las cualidades requeridas.
Fue preciso convocar un nuevo Cabildo Abierto, que consagró el nombre de José Antonio de Aguilera, nativo del lugar. El Cabildo, al comunicar a la Junta la designación del nombrado, destaca su idoneidad, ilustración y méritos adquiridos en servicio a la patria.
Un contingente de catamarqueños a las órdenes de Bernardino Ahumada y Barros participó en la batalla de Tucumán, recogiendo también los laureles del triunfo decisivo para la causa de Mayo. Belgrano le había dicho al mencionado jefe: "Si los hijos de Catamarca quieren cubrirse de gloria y dar laureles a su provincia que vengan a unirse a los jujeños, salteños, tucumanos y santiagueños".
Gloria legítima de un pueblo, es asociarse a las grandes definiciones.  Cuando el Director Supremo convocó a las provincias para reunirse en Tucumán en un Congreso General Constituyente, Catamarca dio mandato al Presbítero Doctor Manuel Antonio de Azevedo y a Don José Antonio Olmos de Aguilera, quien por impedimento de salud, traspasó su poder al Presbítero José Eusebio Colombres.
Después de Caseros, un grupo de gobernantes patriotas le dieron a Catamarca estabilidad y progreso.  
Pedro Segura, que hace jurar la Constitución sancionada en Santa Fe; Sinforeano Lascano, que promulga la primera Constitución de la Provincia; el General Octaviano Navarro, en cuyo gobierno se introduce la imprenta en Catamarca y Samuel Molina, que inaugura la actual Casa de Gobierno en 1859.
Una etapa de progreso institucional y cultural, como de paz y concordia, se quebró después de la batalla de Pavón. Entre 1862 y 1868 se extiende un período sumamente turbulento (llamado "la noche de los siete años") en el que sin interrupción, se suceden las asonadas, la destitución y reposición de gobernadores, las intervenciones, las luchas armadas, y otras vicisitudes cívicas que mantienen a Catamarca en permanente zozobra.
Aún sobreviven viviendas con techos rojos de construcción coloniales, con amplios portales y patios de sol, que rememoran la etapa fundacional. Es una ciudad turística tradicionalista de importante comercio y activa vida cultural.
Las actividades productivas principales son la agricultura intensiva y la minería. Para la agricultura se han aprovechado los espacios intermontanos, tales como los bolsones y valles.

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